martes, 30 de septiembre de 2008

Las tomas de tierras son legítimas

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Hoy en día son innumerables los casos en donde las autoridades competentes (a los intereses capitalistas), dictaminan el desalojo de miles de familias en el territorio argentino, bajo el criterio de restituir los espacios territoriales a sus dueños legales. Es probable que para los funcionarios públicos que realizan las resoluciones correspondientes, la ilegalidad de las tomas de tierras se compare a la de la explotación laboral, o la de evasión de impuestos; es un delito más; y su castigo, como todas las puniciones de hecho, están dirigidos hacia los que menos recursos poseen para defenderse legal o económicamente; hacia ellos van todas las miradas, en la mayoría de las leyes tácitas o de hecho en esta sociedad, la cual esta constituida y lamentablemente hay que saberlo, a favor del provecho de unos pocos. Aclaro que hablo del ámbito de los sucesos empíricos, no me interesa la parafernalia legal escrita, (aunque no la desestimo, la reconozco como recurso y medio de lucha,) ya que a través de ella, es mínima la cantidad de casos que llegaron a buen puerto, refiriéndome a los “beneficios” de los afectados en las resoluciones de desalojo de los espacios tomados, o como me gusta decir, recuperados por el pueblo; y esto es resultado de la mencionada carencia de recursos y agrego las de conocimientos del derecho por parte de los más necesitados -solo abatidas con la organización y la lucha como conjunto-. En la gran mayoría de los casos, los “ocupantes” de estos terrenos, son castigados, a raíz de los dictámenes u ordenes ya nombrados; primero con la violencia psicológica que acarrea la entrega por escrito que se les realiza del dictamen legal de desalojo (si es que son tan amables de llevar a adelante este paso), el cual informa un tiempo máximo estipulado para llevarse a cabo tal proceso; cosa totalmente violenta, porque se está calculando un lapso arbitrario, sin ningún tipo de negociación con ellos, la otra parte del conflicto, desconociendo así todo tipo de fenómenos personales que pueden impedir el efecto del asunto que se quiere llevar a cabo; además, siendo parte de la disyuntiva, los desamparados merecen toda la de atención de los funcionarios públicos, que forman parte del Estado, y son por otra parte quienes tienen la obligación de atender al pueblo y satisfacer sus demandas. El otro castigo evidente viene en el segundo paso; si los habitantes de los terrenos, paradójicamente ansiados por quienes ya tienen una vivienda, no se persuaden de retirarse, el desalojo de realizará a través de la violencia física, por la fuerza; y quien lleva a cabo el operativo es la fuerza pública policial. Luego quizás sucede una batalla campal, que llevara unas horas, o posiblemente los vecinos son reprimidos de forma tal que no pueden defender su posición, a causa de la diferencia de fuerzas.
El derecho a tener una vivienda digna; una tierra donde plantar semillas de vida; un techo donde proteger uno mismo su persona y su familia, en dignidad humana; donde hacerle frente al frío, a la lluvia, al viento, a la noche; un espacio para la privacidad; un sitio donde poder descansar en paz, en las largas noches de invierno, y en una sociedad donde la pobreza y la marginalidad han envilecido y depravado a su mayoría de integrantes, que por supuesto también son victimas sociales; es un derecho inquebrantable de los hombres, de la humanidad; y sobrepasa totalmente las leyes del Estado, esas leyes que son sólo en beneficio de algunos, y se imparten en dirección a otros. Es válido reiterar que me refiero a lo empírico, al resultado de la perversidad teórica o intelectual que trazó a ésta sociedad. El derecho a una vivienda digna es de la humanidad, y tristemente, se contrapone con la ley del Estado, que privilegia (en los hechos,) el derecho a la propiedad privada por sobre el de la vida y dignidad de su pueblo. Y aún, siendo que los propietarios son parte del pueblo; ya poseen su hogar correspondiente, poseen posibilidades y recursos; creo que es una demencia comparar ambos derechos, es algo inconcebible; el de una vida digna, que incluye el de la vivienda, en infinitamente más legítimo que el de la propiedad privada, y cualquier situación que sea problemática en ese sentido, debe resolverse a favor del más desamparado. Si bien desde el Estado se propone el derecho a la vivienda, o alguna ley de expropiación, son, como todo lo que emana de Ésta institución, cosas a llevarse a cabo, un proceso burocrático, como tantos otros que se dilatan en el tiempo, o francamente no se cumplen; y mientras tanto, quienes pasan frío lo siguen padeciendo; quienes pasan hambre, igual; aquellos que tienen sed, terminan bebiendo agua contaminada; los que están descalzos continúan embarrándose hasta los talones.
Entonces, un derecho que sobrepasa los límites acotados del Estado, por ser la humanidad bastante anterior a éste, debe ser respetado y hacerse respetar, debe cumplirse y hacerse cumplir. Una vida digna, acorde a la dignidad humana, una vivienda respetable, acorde al respetable ser humano, debe ser un hecho, no un proyecto o una simple idea, debe forjarse por el pueblo hoy, y de las maneras más correctas; las cuales no son realmente cuestionables; es sólo en ésta realidad-bazofia, en ésta realidad-irreal, realidad impuesta y establecida que se cuestionan las formas de acción de un pueblo con urgencias. Nadie es capaz de relatar o definir intachablemente una realidad o las realidades, ellas son las que se sufren en carne, las que se viven, las que se gritan, las que se lloran, las que se luchan, las que se transforman, las que duelen, las que brindan, las que quitan, las que se sienten. ¿Cuál es la realidad? ¿La que vemos en la televisión? ¿La que leemos? No, la realidad es lo que respiramos; también es lo que vemos, pero las veinticuatro horas del día; también lo que leemos, esto que lees, es la realidad, pero una parte ínfima de ella.
El pueblo es el dueño genuino del territorio nacional, y no necesita pagarlo para usufructuarlo a sus maneras, y, quizás no haga falta decirlo, la propiedad genuina es anterior y más legítima que la legal, aunque a simple vista parezca un error conceptual; la gente que vive en este país, tiene el derecho inexpugnable de vivir en él, dignamente, y reitero, a sus maneras, siempre respetuosa y solidariamente, como parte de la humanidad. El Estado es una institución que se formo para cumplir con una sola obligación; defender los intereses del pueblo; esto incluye, respetar y hacer respetar sus derechos intrínsecos como tal; proteger y difundir éstos; y por último, satisfacer de la manera más equitativa sus demandas. El pueblo dio vida al Estado, éste no existió siempre en la eternidad; dicha Institución, tiene, repito, la fausta Obligación de satisfacer a su pueblo. Entonces reflexiono, si el Estado NO CUMPLE con El Sagrado Deber que le dio la posibilidad de existir, ¿Por qué el pueblo debe respetarlo? ¿Por qué debe seguir CONCEDIÉNDOLE sus funciones, si no las cumple? ¿Porqué el padre debe ser sumiso de su criatura? Eso es el Estado, una criatura, la criatura del pueblo; quizás el pueblo deba enseñarle, deba reeducarlo. Proclamo que, el hecho de que el pueblo recupere sus tierras, las que les pertenecen por derecho universal e intrínsecamente; que recupere sus viviendas, que les corresponden por derecho de la humanidad e intrínsecamente, NO ES UN DELITO. Además debo agregar, entre mis convicciones que conforman este texto, que creo que todas las acciones de hombres desamparados y exhortados a la miseria, son amparadas socialmente por la humanidad y nobleza universal de los pueblos; y es por estas razones que el Estado y sus aparatos violentos y represivos no tienen razón de reaccionar ante su padre, EL PUEBLO, “LA GENTE”.
EL ESTADO NO TIENE NINGÚN DERECHO SOBRE LA POBLACIÓN; TIENE, POR EL CONTRARIO, OBLIGACIONES. ¡OBLIGACIONES QUE CUMPLIR! QUE EL PUEBLO SE LO HAGA SABER, QUE SE LO EXIJA CON LA AUTORIDAD CON LA QUE CUENTA; Y SINO, EN ÚLTIMA INSTANCIA, QUE LO IGNORE Y DESTITUYA DE SUS FUNCIONES.
¿Quién y quiénes deben ser castigados y por quién o quiénes? ¿Hace falta que responda a este interrogante?
Yo estoy convencido y difundo la moción de que quiénes tengan necesidades básicas, dejen de pedirlas, SE ORGANICEN y empiecen a EXIGIRLAS con AUTORIDAD, ya que el PUEBLO TIENE DERECHOS Y EL ESTADO OBLIGACIONES; si los resultados son contrarios a las exigencias, no se le deja al pueblo otra opción. ¡QUE SE DESTITUYA AL ESTADO DE SU CARGO!
A Organizarse, a Luchar sin miedo, a hacerse Respetar y Escuchar. Ya es HORA.
¡¡¡Ocupen y resistan!!! ¡¡¡Recuperen y autodefiéndanse!!!!

Y al resto de la sociedad… a los indiferentes. Los invito a mirar un poco sus pies, a ver si ciertamente están pisando asfalto, o también están un poco embarrados. ¿Tan lejos están del sufrimiento del resto? ¿Tan inmunes se ven? ¿Tan antisolidarios son? La limosna no es solidaridad; (no juzgo a, ni estoy en contra del apoyo económico, cosa que sería acrítica y por demás ingenua; éste es solidario, pero con la necesaria condición de estar acompañado de acciones de otra índole) espero que lo sepan, y sino, ya lo saben. Solidaridad es apoyar la LUCHA. Solidaridad es embarrarse los pies por el otro; solidaridad es hacer llegar el afecto (hoy mi manera es por escrito, pero cada uno a sus maneras); es soñar juntos; es hacer para lo mismo, por lo mismo.


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